domingo, 26 de febrero de 2012

Llegas tarde


Esto va de notas que bailan por encima de las pestañas. De colores de luz que se cuelan por rendijas que nunca antes te habías parado a mirar. Se trata de mariposas que revolotean antes de convertirse en larvas.
No es el mundo al revés que quede claro. Es empezar a ver la realidad sin el antifaz que hasta ahora hubieras matado por tener sobre tus ojos. Enfrentarte a ella o por lo menos que lo hagas en algún momento del día. Dejar de conformarse de una vez. De coger las cosas como nos vengan e ir nosotros a por ellas. No sé para que te digo esto si me da la impresión de que estoy perdiendo el tiempo.  Así que rectifico. Sigue así: lo estás haciendo genial. ¿Más a gusto? Yo de mientras crearé lo mío. No espero que lo entiendas, porque te recuerdo que es mío. Lo hago simplemente por si algún día se te cae la famosa venda y te ves extasiado por tanta luz u oscuridad. No trates de entender esto como si te hablara de lo bueno y lo malo. Sigo sin saber por qué  sigo intentando explicarte algo que ni yo misma acabo de entender.
Pero yo no seré ni buena ni mala. ¿Qué seré? No te preocupes, Tú no estarás y  tampoco sabrás verlo. Demasiado tiempo anonadado por la oscuridad/luz. Coge el término que mejor/peor te venga. ¿No ves? No sabrás comprenderme. Llegas tarde.

lunes, 2 de enero de 2012

Far away



Far away. Far way. The ship is taking me far away. Far way from the memories of the people who care if I live or die.


Justo en este momento me teletrasporté por un segundo a un lugar que creí por un instante equivocado. Me vi delante de una ecuación que no supe resolver, ante una metáfora ajena  al día a día de mi vida. Y es entonces cuando entendí que todo se debía al VÉRTIGO. Vértigo por dejar de lado mi orgullo de una vez. Pero no puedo negar  que quería sentir la adrenalina del salto, de hacer lo que ni mi boca ni se atrevía a pronunciar, a llevarme un poco más la contraria o reconocer lo irreconocible. Míralo como más te interese. Porque al final sólo nos movemos por  interés. Por conseguir nuestro “objetivo” aunque nos intentemos convencer de que no sabemos por qué lo hacemos. Sí, lo sabemos. Y demasiado bien, pero el miedo –inútil- unido a un arrepentimiento –inexistente- que marcará el “resto” de nuestras vidas nos paraliza. Y nos inventamos esa palabra y sus consecuencias. Y ahí nos quedamos, estancados. Idiotas. Con el único final de lamentarnos de no vivir lo que podía haber sido. Imaginándonos mil caminos de lo que iba a ser o ha dejado de ser. Vivir en el pasado. ¡Qué bonito! ¡Qué maravilloso! ¡Qué cobarde!

martes, 13 de diciembre de 2011

19 otoños


¿Sabes lo que más me gusta de ti? Que estás viva. Viva de verdad. Que no necesitas más que tu luz aunque tú pienses que necesitas la de  los demás. Es al revés. Nosotros te necesitamos a ti.
Me encanta eso de que vayas escribiendo por cualquier rincón y que las servilletas se conviertan en cachos de ti y, cómo no, que tus sonrisas inunden habitaciones. No sé qué haría sin tus ganas de soñar eternas, sin tu imaginación que se desborda a cada paso que das, sin tus ganas de correr cuando el resto solo quiere sentarte… No sé qué haría sin tu curiosidad, sin ver esas ganas de aprender y de escuchar. Y como no, de ver cómo quieres comerte el mundo a bocados aunque ya lo estés haciendo. No te cambiaría nada. Simplemente seguiré a tu lado para intentar que no siempre seas tan humilde y que confíes en ti, porque vales eso que tú sabes y mucho más. Eres una estrella aunque no lo quieras reconocer. Solo quería darte las gracias por alumbrar mi vida durante tus diecinueve años. Gracias vida.


Con felicitaciones así, ¿quién no sonríe aún más?
Gracias por cada detalle de hoy y por la cantidad de sonrisas regaladas.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Una y otra vez


Y no sabes cómo pero vuelves. Deshaces tus pasos o mejor dicho, intentas pisar por donde lo habías hecho. Intentando que tus huellas se confundan en una.

Intentas por todos los medios recordar el olor, el sabor, la fuerza del viento, el sonido de fondo de ese momento y con el tiempo siempre acaba faltando algo. Como si los detalles se fueran desvaneciendo sin que pudieras hacer algo. Y decides anotarlo. Pasas horas anotando cada detalle para poder recordar todo con la claridad con la que lo viviste. Entonces viene el tiempo. Pasa sin que te des cuenta. Dejando atrás el dolor y, cuando quieres volver a vivirlo, te das cuenta que falta algo. E intentas buscarlo en tu cabeza. Una y otra vez.  Lo que en realidad necesitas es que algún que otro detalle más se te escape de las manos para darte cuenta de que igual no es la memoria lo que necesitas sino la otra parte de la ecuación para conseguir revivir una historia y escribir otra nueva.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Rayos de sol


Rayos de sol atraviesan la habitación invitándome a seguir soñando. Despierta. 
Las notas de la guitarra hacen que el corazón se vaya despertando aún más de lo que estaba y cada vez que esas notas bailan por mis pestañas consiguen ponerme  la carne de gallina. 
Abro los ojos y entre veo los rayos de sol intentando atravesar las sábanas sin poder conseguirlo, mientras la música ya lo ha hecho del todo. Es la solución para todos. Todos los sentimientos concentrados en unas notas. Con el único propósito de moverte por las líneas de un  pentagrama mientras sorteas los silencios incómodos y esperas ansiosa a la siguiente nota. Y es que siempre esperamos. Siempre estamos ansiosos de más y más. 
Y por una vez, estoy ansiosa hasta de volver a ver correr al frío si fuera necesario.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Controlar lo incontrolable


Oscuro otoño sobre mi piel.
Pequeños suspiros de mis pestañas haciendo volar mi imaginación. Imaginación que de vez en cuando decide tener cuatro días perdidamente enamorada del recuerdo. De la revivencia del pasado. Dos partes incompresiblemente unidas en un último aliento.
No es un intento de reescribir mi pasado sino de tener un futuro con esos momentos, pero con ligeros cambios. Un final diferente, un momento que dure más. Un intento vano de creer que tengo el control suficiente para elegir de principio a fin mis acciones. Sabiendo lo que conseguiré con cada decisión. Pudiendo ver el final de cada camino y sus consecuencias. Controlando lo incontrolable.
Al final, ese último aliento se desvanece dejando como rastro pequeñas notas cuya brisa me araña el pelo.
Brisa que me recuerda que estoy aquí y ahora. El pasado se va quedando atrás mientras camino. Eso sí, sin separarse de mí.
Y es entonces, tras poner el punto final a esos cuatro días de enamoramiento fugaz, cuando me doy cuenta que yo misma soy mi propio descontrol.   Y aunque quiera controlarme, dejarse llevar suena demasiado bien.